TRES POEMAS
Vecinos generacionales
A mis queridos poetas de la Edad de Plata:
Somos vecinos ustedes y yo,
hemos coincidido en el mismo siglo XX
e incluso en los mismos años en algunos casos.
Falleció la última, Josefina de la Torre, en 2002,
cuando yo aprendí mis primeras palabras en español.
Sus amigos que siguen vivos me hablan de ustedes,
me cuentan historias de tertulias y homenajes,
de coincidencias y de sus versos.
Ellos nos aseguran de que no nos olvidemos
nunca de la Generación del 27.
Vivo en su futuro,
habitan el pasado,
me escriben, aunque no les contesto,
leo sus biografías, aunque no sé qué será de la mía.
Gracias por ser buenos vecinos,
por haberme dado las pistas para vivir mi vida,
en su arte, en su forma de ser, en su supervivencia
para que apoye también a mis propios vecinos,
los del siglo XXII, un siglo que solo habitaré en mis sueños.
A mis vecinos: cuéntenme cómo es la temperatura
en el bicentenario el 16 de diciembre de 2127.
Cuéntenme cómo es vivir en martes, en enamorarse
de alguien cuando tienes más de cien años.
Recuérdennos cómo es la vida humana,
tan lejana, pero tan familiar.
Naveguen el sistema solar, pisen nuevas tierras,
vean los horizontes que nosotros soñamos ver.
Que sobreviva la tierra y la poesía,
que la luna y las estrellas nos inspiren
a crear lo que era imposible aún en mis tiempos.
Que seas tú un buen vecino y que,
si sigo viva, me invites a tomar un tecito contigo.
Estanque Grande de El Retiro
Aquel paraíso del lago es artificial,
un simulacro de la tranquilidad.
Las voces multilingües del banco
me recuerdan de los turistas
paseando por Madrid por la primera vez.
Oigo el rumor de los coches
en este día soleado, recordándome
del resplandor de los días estivales,
el vaivén de la radio
y los pájaros piando en los árboles.
Huelo el agua cristalina del estanque
y miro el rebaño de remos
que cubren la superficie del agua
como una flotilla de la armada española.
El lago me ha quitado un peso de encima,
la carga de la ilusión de un paraíso,
y de la perfección de la naturaleza
en este mundo lleno de impurezas.
El valor de la poesía
Hace dos meses nos despedimos
en el móvil con un “te quiero”
y con el paso de los meses ya no quiero mantener este silencio,
el de no saber de ti, de no hacer caso a lo mucho que te quiero.
Rompo mi silencio poético,
el que me impulsaste a la hora
de implicar que no tengo suficiente talento,
porque apenas hay talento si no se riman los versos.
¿Para qué sirven las esdrújulas y el pentámetro yámbico
si ya no escucho el latido de tu corazón?
¿Cómo se siente el amor si ya no puedo
abrazarte con mis palabras?
Me has dicho que mis poemas requieren
palabras precisas sin decirme cuáles son,
pero para descubrir el valor de la poesía
hay que ser muy atrevida.
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