EL TERCER PISO: TRES POEMAS

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A VECES LA MÚSICA TE HIERE

 Y no quieres hacer nada,
 mas que darte
 en posesión. 
 –Un secreto cordón umbilical
 se presiente
 en todo alrededor–. 
 
 Como una red
 siempre recomenzada,
 algo teje con aguja finísima.
 Pez inocente,
 apenas te darías cuenta de tu lugar. 

 El mundo es
 un silencio crepuscular
 comunicado sólo en lo incomprensible.
 Sin embargo,
 el hombre gime.
 Pues es el alimento de los dioses.

 A veces te das cuenta:
 fluyes a la deriva
 en una resaca ancestral
 que del carnaval tiene el sacrificio.
 Y no quieres hacer nada.

MONOTONÍA

 Es tarde.

 El sol asoma tímido
 a bañar espaldas 
 en conmiseración dudosa.
 No vamos a reflexionar. 
 Una sedición inadvertida se ajustaría 
 a su lugar entre las cosas.

 Porque estamos enojados,
 desdeñamos la belleza.
 Así los niños 
 olvidan los asombros primarios
 y ya nadie mira la trampa.

 Pero, como sin querer,
 un estar tan así te delata 
 con su irresponsabilidad; 
 y la pregunta finalmente te reclama: 
 bostezar 
 o vivir. 

LOS SOÑADORES PARTIRÁN CON EL CORAZÓN DESTROZADO

 ¿Por qué si el mundo es ancho
 nos pudre el mismo rincón?
 El amigo no nos abraza. Nuestro Dios 
 no nos sostiene.  
 La rueda de la fortuna nos ha dejado abajo.
  
 Es un orden diminutivo 
 cegando simpatías:
 un despiste perverso 
 de alimentar formas sin contenido
 y castigar los respiros.
  
 Falsedad abominable sólo  
 por la ignorancia de estrecharla
 como a la mayor dádiva de la historia.
  
 Calla, habla. Alude, desdeña.
 Esto no es un poema. 
 Es un torpor de cristales de melancolía
 sobre un blanco
 que sigue esperando. 

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