A VECES LA MÚSICA TE HIERE
Y no quieres hacer nada, mas que darte en posesión. –Un secreto cordón umbilical se presiente en todo alrededor–. Como una red siempre recomenzada, algo teje con aguja finísima. Pez inocente, apenas te darías cuenta de tu lugar. El mundo es un silencio crepuscular comunicado sólo en lo incomprensible. Sin embargo, el hombre gime. Pues es el alimento de los dioses. A veces te das cuenta: fluyes a la deriva en una resaca ancestral que del carnaval tiene el sacrificio. Y no quieres hacer nada.
MONOTONÍA
Es tarde. El sol asoma tímido a bañar espaldas en conmiseración dudosa. No vamos a reflexionar. Una sedición inadvertida se ajustaría a su lugar entre las cosas. Porque estamos enojados, desdeñamos la belleza. Así los niños olvidan los asombros primarios y ya nadie mira la trampa. Pero, como sin querer, un estar tan así te delata con su irresponsabilidad; y la pregunta finalmente te reclama: bostezar o vivir.
LOS SOÑADORES PARTIRÁN CON EL CORAZÓN DESTROZADO
¿Por qué si el mundo es ancho nos pudre el mismo rincón? El amigo no nos abraza. Nuestro Dios no nos sostiene. La rueda de la fortuna nos ha dejado abajo. Es un orden diminutivo cegando simpatías: un despiste perverso de alimentar formas sin contenido y castigar los respiros. Falsedad abominable sólo por la ignorancia de estrecharla como a la mayor dádiva de la historia. Calla, habla. Alude, desdeña. Esto no es un poema. Es un torpor de cristales de melancolía sobre un blanco que sigue esperando.
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